Esta tarde otoñal, de domingo, en el pueblo y a comienzos de Octubre, es del color de las venas de un muerto, entre azules y grises, o del color de las cañerías viejas de plomo. La tarde de este santo día se ve amenazada por un viento que medra con un insolencia pasmosa y baila una tétrica danza con las antenas de televisión. Como censurándoles, a esos insultos del paisaje de la teja, su metálica pedantería, sus amores con las chimeneas y los áticos, y sobre todo, su indiscreto, su impertinente vicio de husmear en todos los hogares.