Los días de Diciembre en el pueblo diminuto en el que nunca pasa nada nos inspiran una gran sensación de paz, de sosiego, de armonía… Pocas veces al año no sentimos tan relajados y tan plenos de vida espiritual. En el jardín huele al humo de la chimenea y la niebla va arropando la noche que va cayendo difuminado la luz macilenta de las farolas. El césped se llena de humedad y el musgo brilla… Pasa un coche lejano por la carretera de Las Pilas. Algunos pájaros se refugian en las matas de zarzales frente a la casa. Hemos instalado algunas luces navideñas en un árbol y nos sentamos a la lumbre. Tratamos de leer muchas novelas, escuchar mucha música empaparnos de alabanza de aldea y menosprecio de corte. Tú tratas de de hacer una tarta para la nochebuena. Los hijos juegan a sus juegos de televisión recuperando la infancia. Nos refugiamos en nuestra biblioteca. Nos tumbamos al sofá con un puñado de libros, el portátil, el dietario, un vaso de whisky… Encendemos una vela y nos ponemos a escribir. No sabemos cuántas navidades nos quedarán pero en este tiempo es en el que tratamos de sublimar nuestras emociones y tratamos de explorarnos a conciencia. Es triste decirlo pero sólo en nuestro refugio de Collado somos capaces de hacer cierta meditación interior. Intentar describir lo que sentimos. La conciencia de lo que somos, lo que nos gusta… nuestra pobre sencillez…Nos detemos a escuchar nuestra mente. No nos distrae esa mosca invernal, no nos despitan los ladridos de los perros.
Si pudiéramos conseguir días de cuarenta horas. Si pudiéramos diluir el tiempo y alzarnos como un dron sobre nuestras vidas. Vamos a ser indulgentes estos días. Lo que menos nos gusta es adormecernos. Lo que más nos atrae es excitarnos con las comidas, con la literatura, con un poema, con una guía de viaje, con la perspectiva de un paseo…No nos sorprende una llamada de una amiga de la carrera contándonos que su marido tiene cáncer y está ingresado. Nos sorprende nuestra laxitud dejándonos arrastrar por el sol tibio en el aperitivo… el sol. porche, el aperitivo, el encender la lumbre… todo se convierte en un ritual como si fuera nuevo… y ya son tantas las navidades en los que ejercitamos la impostura de importarnos poco el no ser sublimes por encima de todo… y solo sufrir por la tiranía del maldito reloj, del maldito calendario…que hace que algún día se acaben estas vacaciones
AAA, Diciembre, 2019